Imagen para el artículo Influencers con hambre: cuando los canjes valen más que la dignidad

Publicado el 12 de junio de 2025

Influencers con hambre: cuando los canjes valen más que la dignidad

Lo vi con estos ojos que la tierra gourmet se tragará algún día.

Una influencer, cara empolvada, filtro activado y acting de teleserie turca, masticaba con entusiasmo forzado una pizza más tiesa que el peinado de un ministro en cadena nacional.

Amiguis, esta es la mejor pizza del universo. Full recomendada. Vayan ya, no se lo pierdan”. ... la pizza se veía como cartón con queso genérico y el “local soñado” era una pizzería al paso con más cajas que sillas.

Todo eso… por un canje. Una pizza gratis y una story en 3 partes. Eso, amorsh, es vender el alma… por una masa precocida sin alma ni fermentación.

El hambre no justifica el cringe.

Se entiende, la vida está cara y los likes no pagan el arriendo. Pero hay límites. Una cosa es colaborar con marcas que te representan, y otra es fingir un orgasmo gastronómico por un té desinflamante que sabe a pasto con limón y derrota.

La dignidad tiene un precio, sí, pero ¿una promo de empanadas lo alcanza? ¿Una tabla con papas rizadas y mayonesa con trufa falsa vale tu integridad, reina?

Y no me malentiendas: esto no es envidia. Yo también he recibido ofertas de canje. Algunas más tentadoras que otras. Pero si me vas a pedir que diga que tus papas fritas congeladas son “una experiencia multisensorial”, al menos frótame los pies y págame las contribuciones.

El fin del criterio: cuando todo es “rico”.

Muchos influencers viven en un eterno comercial de televisión. Todo es “rico”, “increíble”, “explosión de sabores”, “sabor casero”, “OMG wow, no doy más”.

Pero tú ves la historia y piensas:

¿Sabor casero de quién? ¿De un preso en huelga de hambre?

Recomendar sin criterio es como ser DJ en un velorio: no es solo fuera de lugar, sino que es ofensivo.

Una vez vi a una influencer llorar de emoción por un panqueque sin gluten que parecía papel de arroz mojado con chancaca. El caption decía:

“Me hizo recordar mi infancia.” ¿Infancia dónde? ¿En un refugio nuclear con menú vegano? .

Pero el público también come callado...

No todo es culpa del influencer. Hay un público que aplaude cualquier ridiculez si viene con buen ángulo, iluminación de aro y una paleta de colores pastel.

Seguimos a gente que no sabe ni hervir agua, pero recomienda una “trilogía de sushi de autor” hecha con palta oxidada y jurel enlatado. Y mientras más falsos son, más likes tienen. ¿Por qué? Porque venden fantasía con boomerangs y sliders de mala muerte.

El problema es cuando esa fantasía se vuelve estándar. Y tú, que haces una pasta con fondo bien hecho, reducción amorosa y técnica de madre italiana con carácter, quedas invisible frente a la “chef de Instagram” que hace carbonara con crema y queso rallado del súper.

Así estamos, amix…

En tiempos donde un descuento del 15% te convierte en “embajador de marca”. Y claro, el ego no come, pero igual se alimenta de likes. Así que si un día te sientes tentado a canjear tu opinión por un postre en vaso de plástico, mírate al espejo y pregúntate:

“¿Estoy recomendando algo rico… o me estoy vendiendo por un postre con nombre francés y sabor a servilleta?”

Porque si vas a caer bajo, que al menos sea con estilo. Y con aliño, mucho aliño.

Porque yo, mi amor… ni por tres postres ni un menú ejecutivo te miento en cámara.

Besitos pa’ los valientes que aún tienen papilas gustativas y principios.

Comentarios

Aún no hay comentarios. ¡Sé la primera en escribir!